
Fue un duelo caliente, cargado de polémicas, en un ambiente inflamable. Un cruce en el que abundó la pierna fuerte. En el campo de juego imperó la inequívoca sensación de que algo siempre estaba a punto de estallar. San Lorenzo lo sacó adelante con empuje, con lucha, con temperamento. Lo ganó como se tienen que ganar estos partidos cruciales: con garra. Es un equipo duro el que supo armar el Gallego Insua. Un conjunto que tiene una identidad: es difícil meterle goles. Tan difícil que todavía no le convirtieron en los nueve partidos que disputó en condición de local en lo que va de la Liga. Y eso no es casualidad. Al Ciclón le llegan poco. Defiende a punta de pistola. Marca con orden, concentración total y tesón.
El partido fue muy opaco en la primera etapa, pero la trama de la película que se proyectó sobre el césped cambió de forma abrupta en el complemento. San Lorenzo salió con otro nivel de determinación a buscar el partido. Es cierto que le faltó sintonía fina en la construcción de las jugadas, pero invadió el campo contrario y copó el área rival con centros. El Ciclón fue a buscar los tres puntos con mucha decisión. Sin juego florido, pero con empuje. Jalil Elías y Braida fueron dagas que abrieron la cancha, desbordaron y se mostraron incisivos. Y Vombergar fue un toro en el área. Las peleó todas, desgastó a los centrales con su juego físico y supo aguantar de espaldas para descargar. Tanto trabajo sucio le trajo premio: convirtió los dos penales, que fueron sancionados a instancias del VAR. Y se convirtió en el héroe de una tarde redonda para los de Boedo.