
Esta es la crónica de un operativo que falló de manera previsible (o inevitable). Es el racconto de lo que se sabía que podía pasar y pasó. Son los hechos y secretos de un festejo histórico, que gritó “Argentina Campeón del Mundo”. Una celebración nunca vista, con cerca de 5 millones de personas en las calles de Buenos Aires. Un desahogo popular que orilló el desastre y se evitó por pura suerte. Una caravana que empezó por tierra, en micros, y terminó por aire, en helicópteros.
Hubo durante la mañana y la tarde idas, vueltas y presiones a montones. Descontrol generalizado, una escena que aterrorizó a todos y un llamado telefónico que terminó con insultos, a los gritos y derivó en el final prematuro de una fiesta donde ya se había perdido el sentido común y, en algunos casos, hasta la razón. Todo empezó temprano, cerca de las 7 de la mañana, con una reunión entre el ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, autoridades de la Policía Federal y el presidente de la AFA. La noche anterior, el funcionario nacional se había encontrado en su oficina con su par bonaerense, Sergio Berni, y el porteño, Marcelo D’Alessandro. Los tres acordaron distribuir tareas, responsabilidades y límites. Las fuerzas federales estarían siempre a cargo de la “cápsula” de seguridad que protegería los micros de la caravana de los campeones. Las jurisdicciones locales harían la seguridad externa, según el territorio.